La tarde del 27 de agosto fue partícipe de una calor
extrema. Los termómetros habían alcanzado los 41 grados y Rubén permanecía
encerrado en su casa, sin saber qué hacer.
Cogió el móvil y mandó un WhatsApp a su amigo Sergio, suplicándole que se le
ocurriera alguno de sus brillantes planes para matar el aburrimiento. Éste le
contestó enseguida: “si te parece, podríamos ir al cine. Han estrenado una
película que, según la crítica, es digna de ver”.
Rubén se animó y, sin tan siquiera preguntar el título de ésta, contestó que
sí, que iría sin pensarlo pues él confiaba plenamente en el criterio de su
amigo. Seguro que le gustaría.
Una vez preparado, salió de casa y caminó por la larga avenida que conectaba
con el cine. Allí estaría Sergio, esperándole.
Cuando estaba llegando, distinguió la silueta de su amigo, saludándole
enérgicamente desde la distancia. Se reunieron y compraron las entradas.
Una vez dentro, cuando hubieron comprado sendos cartuchos de palomitas y
refrescos, el acomodador les situó en sus respectivas butacas, al lado del
pasillo central, justo en el medio de la sala. Los chicos charlaron alegremente
sobre fútbol mientras esperaban a que se apagaran las luces y empezara la
película.
Al minuto, la sala quedó completamente a oscuras. La película dio comienzo y la
luz de la pantalla iluminaba levemente la estancia.
Repentinamente, Rubén sintió un extraño cosquilleo en la nuca acompañado de un
escalofrío. Echó una ojeada a la sala y cual fue su sorpresa al encontrarse con
un solo espectador más, aparte de ellos dos. Estaba sentado al otro lado del
pasillo, un par de filas por debajo de la suya. En la fila 5, butaca 3.
Rubén continuó observando al personaje unos segundos más. Había algo muy
extraño en él. Permanecía inmóvil, con la mirada fija en la gran pantalla y su
espalda bien erguida. La luz reflejada en su cabeza denotaba que carecía de
cabellera, estaba calvo.
El chico dio un codazo a su amigo y le preguntó entre susurros si había
reparado en aquel extraño personaje.
Ambos chicos estaban mirando fijamente al individuo. Él seguía en la misma
postura estática, mirando fijamente la pantalla. Y entonces giró bruscamente la
cabeza en su dirección.
A Rubén le dio un vuelco el corazón. Sentía cómo se le aceleraba el pulso
incontrolablemente. Aquel tipo les estaba mirando desde su butaca. No le
distinguían las facciones del rostro debido a la penumbra, pero sabía a ciencia
cierta que les observaba.
Permaneció así varios segundos y después volvió su mirada a la película, tal
cual estaba al principio. Rubén sentía su pecho hinchado por el terror. Aquella
persona le provocaba un pavor extremo y no sabía la razón, tan sólo quería
marcharse de allí inmediatamente. Miró a su amigo y éste entendió su mensaje.
Ambos se levantaron de sus butacas, mientras vigilaban al espectador con el
rabillo del ojo. Éste se incorporó tras ellos. Los chicos emitieron un grito
ahogado. Aquel ser era alto, muy alto, de piernas largas. Debía medir dos
metros mínimo.
Los chicos se debatieron entre salir al pasillo central o saltar la barrera que
les separaba de la salida. Sería una caída considerable, pero optaron por
saltar antes que cruzarse por el pasillo con aquel tipo tan siniestro. Éste
comenzó a caminar hacia el pasillo. De perfil, se distinguía su espalda curvada
y un cuello curvado hacia abajo, torcido, que sostenía su cabeza deformada en
la frente. Salió de su fila y comenzó a subir torpe y lentamente los escalones
en dirección a la fila de los aterrados amigos.
“¡SALTA!”, gritó Rubén a Sergio. Éste pasó ágilmente por encima de la valla y
cayó al suelo produciendo un ruido sordo. Rubén echó un vistazo a sus espaldas.
El individuo ya estaba allí, a la entrada de su fila de butacas. Le observaba
en la oscuridad cuan largo era y su cuello torcido. Comprobó que poseía unos
anchos hombros, totalmente descompensados con la delgadez del resto de su
cuerpo.
Rubén saltó sin pensarlo dos veces. Cayó al suelo y sintió un pinchazo en la
planta de los pies pero no había tiempo para quejas. Sergio trataba de abrir la
puerta pero estaba fuertemente cerrada. Rubén comenzó a llorar de puro pánico.
Un sonido desgarrador les hizo girarse bruscamente hacia atrás. Algo había
gritado tan fuerte que había retumbado en toda la sala. Y no fue un grito
humano, era otra cosa, un bramido que jamás habían oído antes.
Entonces aquel espantoso individuo emergió de las sombras y se irguió frente a
ellos. Los chicos habían enmudecido, solo lloraban en el más angustioso
silencio. Se encontraba a medio metro de distancia. Cerraron los ojos.
Y entonces la puerta se abrió desde fuera y la luz inundó la sala. Abrieron los
ojos y el ser había desaparecido, al volver la vista atrás vieron a un
acomodador que les miraba estupefacto desde el otro lado de la puerta.
Llorando, le abrazaron y contaron todo lo ocurrido. Por supuesto, aquel joven
no creyó una sola palabra de lo que dijeron. Se marcharon a casa corriendo y
jamás regresaron a una sala de cine.
Respecto a aquella sala maldita, a las pocas semanas fue clausurada, debido a la escasez de público, puesto que fueron más y más
personas las que aseguraban haber visto a un tipo alto y siniestro
observándoles entre las sombras, desde la butaca 3, en la fila 5.
The Chapter Hunter
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